Se inauguraba la temporada de ópera 1893-1894, con la representación de Guillermo Tell, de Rossini. Santiago Salvador Franch que frecuentaba círculos anarquistas, lo que acentuó su odio hacia la burguesía, veía en el Liceo uno de los símbolos de la oligarquía dominante. Aquella tarde no tenía dinero suficiente para pagar la entrada, así que fue su esposa quien le dio la peseta que costaba. La localidad se encontraba en la quinta planta del teatro, en el "paraíso", que estaba abarrotado. El anarquista se situó en el pasillo que conducía a las butacas. Dejó pasar el primer acto y, durante el segundo, a las once de la noche, se asomó a la barandilla y arrojó al patio de butacas, casi seguidas, las dos bombas. La primera cayó en la fila 13 explotando inmediatamente debido al impacto. La segunda cayó sobre la falda de una mujer, que había muerto en la primera detonación. La prenda amortiguó el golpe, lo que impidió la detonación del artefacto explosivo, que rodó bajo una butaca. Siete personas murieron en el acto. Otras trece lo hicieron en las horas siguientes. Las filas 13 y 14 fueron las más afectadas.
La cosa era terrible; me pareció que había cuarenta o cincuenta muertos. Bajé a las butacas. Aquello era imponente; en el teatro, grande, lleno de luz, se veían los cuerpos rígidos, con la cabeza abierta, llenos de sangre; otros, estaban dando las últimas boqueadas. Había heridos gritando y la mar de señoras desmayadas, y una niña de diez o doce años, muerta. Algunos músicos de la orquesta, vestidos de frac, con la pechera blanca empapada en sangre, ayudaban a trasladar los heridos... era imponente
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